Según
indica la Agencia Materia, el esperma masculino está perdiendo y es
posible que ese deterioro sea una señal funesta. Un estudio realizado en
Francia durante 17 años, entre 1989 y 2005, muestra que la concentración de
espermatozoides en el semen bajó un 32,2%, a un ritmo de un 1,9% al año. Si en
1989 la concentración promedio era de 73,6 millones por centímetro cúbico, en
2005 había caído ya hasta los 49,9 millones. Esta última cifra, aunque aún está
dentro del rango en el que la Organización Mundial de la Salud considera
fértil a un hombre, está por debajo del mínimo; 55 millones por centímetro
cúbico a partir del cual se incrementa el tiempo necesario para concebir.
Los autores del artículo, que se publica en
la revista Human Reproduction, analizaron las eyaculaciones de 26.600
hombres, probablemente la mayor muestra estudiada en el mundo, y, aunque los
resultados no se pueden extrapolar a otros países, sus datos confirman la pauta
que se ha observado en otros lugares del planeta. Además, los espermatozoides
no solo eran menos sino que también había descendido el porcentaje, en un
33,4%, de los que estaban bien formados.
“Este estudio constituye una seria
advertencia sobre la salud pública y se tiene que buscar la relación entre este
descenso de la calidad del esperma y cambios medioambientales”, escriben los
autores en el estudio. En él, señalan como posibles culpables, entre otros
factores del entorno, a sustancias químicas que alteran el equilibrio
hormonal como el bisfenol A, que se encuentra en objetos de uso tan común
como las latas de conserva o las botellas de plástico. “Aunque el descenso
también podría estar relacionado con factores que han cambiado durante el
periodo en el que realizamos el estudio, como un incremento de la obesidad,
cambios en la alimentación o una vida más sedentaria”, reconoce Joëlle Le Moal,
investigadora del Instituto de Vigilancia Sanitaria y coautora del estudio.
Jaime Gosálvez, catedrático de
genética de la Universidad Autónoma de Madrid, considera que “es
evidente que la calidad seminal de las sociedades avanzadas está bajando”. “Eso
se ve día a día”, asegura. “En el banco de donantes, reclutar individuos que
tengan buena calidad seminal es un drama, incluso entre gente joven que debería
tener un semen de alta calidad. Hay clínicas que me confiesan que solo el 10%
de los que van a donar son aptos para hacerlo”, señala. “Curiosamente —añade—
en sitios menos desarrollados como
Brasil o México, donde se han realizado estos estudios, la calidad seminal no
ha bajado de manera exgerada”. El estudioso también considera que hay una
relación entre el deterioro de las condiciones medioambientales y el
empeoramiento de la calidad del semen. “Si hay una célula especialmente
sensible a las circunstancias nocivas del medio ambiente, esa es el
espermatozoide, porque si hay algo que le está estresando y le puede dañar, lo
que no quiere el espermatozoide es transmitir información defectuosa a la
descendencia, y prefiere morirse antes que transmitirlo”, explica.
Gosálvez recuerda que “se ha visto
que, en niños que han nacido con la ayuda de reproducción asistida o
fecundación natural, pero procedente de esperma defectuoso, pueden desarrollar
enfermedades asociadas a malos controles del sistema epigenético”. “Y hay trabajos
en ratones en los que tras dañar el espermatozoide para luego fecundar, se
observa que las ratoncitas abortan con más facilidad, las crías desarrollan
tumores y los nacidos vivos tienen más problemas en su desarrollo posterior”,
añade el investigador.
Todos
estos indicios hacen que los autores del estudio que hoy se publica en Human
Reproduction reclamen que se incremente el esfuerzo para averiguar qué está
provocando este alarmante descenso en la calidad del semen masculino,
particularmente en los países más avanzados. “Nuestra advertencia puede ayudar
a las autoridades sanitarias a reforzar sus políticas sobre los perturbadores
endocrinos (los productos químicos que alteran el equilibrio hormonal),
preferiblemente en el ámbito europeo, mejorando la investigación y los sistemas
de vigilancia”, reclama Le Moan.
Pese al descenso de la calidad del
semen, los investigadores descubrieron un dato positivo. La capacidad de
movimiento de los espermatozoides (la motilidad) se había incrementado, del
49,5% en 1989 al 53,6% en 2005. La naturaleza, y las urgencias que provoca el
deseo sexual son una muestra de ello, siempre busca la forma de abrirse paso,
hasta en las circunstancias más adversas.
Algo tan elemental para la
reproducción de la raza humana está en peligro. Y a todo esto, como individuos,
lo que podemos hacer para contrarrestar esta decadencia es corregir nuestros
hábitos de consumo, ya que la vida es el regalo más preciado que tenemos, y es
nuestro deber ayudar a su continuidad.